LOS MINEROS DEL CERRO RICO PARTE 2

Agotamiento extremo Altitud mortal Esfuerzo intenso Fatiga profunda .

Julio Zambrana y las vetas que salen del Cerro Rico

Intervención

Un inca encapuchado se encuentra en la base de la montaña de color carmesí, conversando con un español con sombrero. Las manos desmembradas de la Virgen María enmarcan la montaña cónica, su cabeza flota ante la cumbre. Destellos dorados sugieren la sanción divina de la colonización española del Cerro Rico de Potosí en el siglo XVII, cuando la ‘Montaña Virgen’ fue pintada por un artista anónimo. El óleo está agrietado, tiene cuatro siglos de antigüedad. Hoy, la intervención de Occidente en el Cerro Rico es variada, manifestándose tanto en organizaciones benéficas como en corporaciones mineras extranjeras explotadoras.

—¿Cómo saben ellos sobre nosotros? —pregunta Julio al explicar por qué no trabaja para una de las organizaciones benéficas europeas en Potosí. Julio Zambrana comenzó a hacerse estas preguntas a los 20 años. Ahora, como activista por los derechos de los mineros y director de una empresa de turismo ético, ahorró su salario de la minería y estudió historia y turismo.

—Solía dormir tres horas, despertarme a las 7 y luego ir directo a la universidad.

Desde entonces, ha sido un ferviente defensor de la educación, usándose a sí mismo como ejemplo para otros mineros que luchan por dejar la montaña. Julio quiere proporcionar a los hijos de los mineros el vocabulario necesario para cuestionar y redefinir esta intervención.

La familia Cruz

Para la familia Cruz, la cuestión de la educación es complicada. Como muchos padres en el barrio minero de Potosí, el deseo de que sus hijos completen su educación nace de la creciente cantidad de muertes en la vida minera. La montaña se derrumba, el equipo de minería para las cooperativas sigue siendo obsoleto, y Morales no escucha los llamados a mejorar la infraestructura pública en Potosí. La educación puede ofrecer una vía de escape permanente de la montaña —y la fundación de Julio proporcionará la dinamita.

Desde la terraza de cemento de la casa de dos habitaciones de la familia en el barrio minero de Potosí, el centro de la ciudad parece muy lejano. A esta altitud, el quechua del norte de Bolivia supera al español. El casco antiguo del centro de Potosí no está expuesto a los vientos secos que soplan desde los Andes; a cientos de metros abajo, está lleno de turistas. Las marcas de quemaduras por el viento en las mejillas son signos de aquellos que viven en los márgenes de la conciencia social de Potosí, a 4.700 metros sobre el nivel del mar.

Julio solía trabajar en la mina con Guillermo Cruz, el esposo de Martina. Viviendo en el centro de la ciudad, Julio ha falsificado documentos que prueban que Roberto Cruz, el hijo de Guillermo, trabaja en su oficina, permitiendo así que tres de sus hijas asistan al prestigioso Colegio Santa Rosa en el centro. Las hijas de Guillermo son una excepción rara. En Potosí, la geografía es política; las zonas de captación determinan tu futuro.

La impresión de un suéter de Bugs Bunny está distorsionada, estirada sobre el vientre visiblemente embarazado de Daisy, de 15 años. Es la novia de Chacho Cruz, el hijo de Guillermo. Arriba, en la superficie, no hay ningún Tío, el protector de las minas, que cuide a las mujeres y niñas que crecen en las comunidades mineras. La tasa de deserción en la educación primaria y secundaria es la más alta entre las niñas; el abuso sexual, el embarazo adolescente y la falta de apoyo dejan a muchas mujeres dependiendo de sus parejas para sobrevivir. Para los mineros de cooperativas sin salario estatal ni pensión, sus muertes prematuras por envenenamiento en la sangre dejan a sus familias abandonadas en el sector informal, muchas veces vendiendo en la calle para sobrevivir.

—Chacho es el menor, tiene 17 años —dice Julio antes de subir la montaña hasta su casa—. Sus hermanos y su padre nunca quisieron que trabajara en la mina.

Julio recrea el diálogo entre Chacho y su padre Guillermo, después de que Daisy, su entonces novia de quince años, quedara embarazada:

—¡Voy a trabajar!
—¿Dónde?
—Contigo, papá. ¿Cuántos años tenías cuando te casaste con mamá?
—¡Jódete! Tenía 17 años, ¡pero es diferente! Soy tu padre y no quiero que seas minero, tienes que estudiar.

Su madre, Martina, cambia del quechua al español mientras nos cuenta que Chacho ha decidido dejar la escuela secundaria, casarse con Daisy y convertirse en minero, como sus dos hermanos mayores.

Educación: un arma contra la falta de cambio en Potosí

Julio está furioso; sus maldiciones rebotan entre quechua, aimara, español e inglés. Sus manos señalan en múltiples direcciones cuando habla: hacia las figuras invisibles que controlan Potosí, los dueños de las refinerías, los profesores sobrecargados, los funcionarios del gobierno. Se levanta bruscamente de su silla en su oficina oscura, le cuesta mantenerse sentado cuando habla sobre la falta de intervención del gobierno en Potosí.

Está molesto porque las postales que vende en Sucre para recaudar fondos para los mineros no cubren ni el costo de su pasaje y hospedaje. Por las leyes que luchó para modificar, prohibiendo que los turistas exploten dinamita en las minas en 2008, y por la obligación legal desde 2011 de que las empresas de turismo destinen el 15 % de sus ganancias a los mineros. Porque los materiales educativos básicos que los mineros solicitaron en 2014 aún no han sido otorgados por el gobierno de Morales. Las escuelas públicas en las zonas más pobres de Potosí siguen estando desatendidas, con poca asistencia y sin materiales. Pero la boca del Cerro Rico no se cerrará en el futuro cercano, y la infraestructura pública sigue siendo solo un recuerdo en los carteles de protesta rasgados de los mineros.

La educación ofrece una salida de las pésimas condiciones de las minas, tanto para el presente como para el futuro. La esperanza de vida de Chacho en la montaña es tan frágil como los cimientos de las minas mismas. Desde la reprivatización del Cerro Rico en 1985, empresas transnacionales como Coeur Mining Inc han mantenido sus operaciones en los peligrosos niveles superiores de la montaña.

La nueva fundación de Julio, Nuevo Amanecer Para Los Niños, quiere abrirse paso a través de estas circunstancias desfavorables. Una ventana con rejas de acero se ve engullida por una cueva densa. Un taladro reluciente se extiende como una espada soldada; el sonido de la piedra desgarrándose contra el metal se imagina. Mejillas demacradas flotan sobre un anuncio de cerveza hecha de quinua. La pintura no está agrietada. El mural que Julio encargó a un artista local para adornar el frente de su oficina sirve como prólogo visual a las condiciones que quiere cambiar. La imagen ofrece un retrato más realista del Cerro Rico que la ‘Montaña Virgen’: pintado desde adentro, como Nuevo Amanecer Para Los Niños.

Nuevo Amanecer Para Los Niños ha sido legalizado por el gobierno y debería estar listo para recibir donaciones a finales de julio de 2016. Aún no tiene sitio web, pero se podrá encontrar buscando el nombre de la fundación. Por favor, visita y comparte para ayudar a difundir esta causa tan importante.