Los mineros del cerro rico parte 1

Agotamiento extremo Altitud mortal Esfuerzo intenso Fatiga profunda .

Diálogos abiertos y cerrados – Los mineros del Cerro Rico, Evo Morales y las voces plurinacionales de Bolivia

Concepciones en conflicto sobre el progreso en Bolivia

El papa Francisco suda debido al mal de altura. Tiene poco tiempo para aclimatarse a las tensiones políticas inherentes a su visita. Miles de bolivianos han esperado ocho horas por su sagrada señal de saludo en agosto de 2015. Mientras el Papa se encuentra en las escalinatas de la Catedral principal de La Paz, en la arquitectura colonial de la Plaza Murillo, el reloj del edificio del Congreso adyacente avanza en sentido contrario. El apoyo de Evo Morales estaba quizás con el movimiento de las agujas, cuyo giro en sentido antihorario busca ayudar al pueblo boliviano a redescubrir su sarawi, que en aymara significa “camino”.

Morales permaneció dentro de la Catedral mientras el Papa salía. Su escepticismo hacia la fervorosa tradición católica de su país, que para él representa el pasado colonial, es conocido. El ruido de su ausencia fue ahogado por la guerra de palos de selfies en la multitud.

Este caos visual, reflejo de las identidades nacionales del país, también simboliza el estado actual de la política boliviana y la propia presidencia de Morales. Como los colores del Wiphala de Qullasuyu, la bandera nacional de Bolivia, las políticas de Morales tienen muchas tonalidades. El presidente debe mantener relaciones amigables con los inversionistas occidentales, mientras responde a las demandas de los 37 grupos indígenas bolivianos por una economía más verde y local.

Hace tres mandatos, Morales fue elegido como el primer presidente indígena de Bolivia. Para muchos, su elección representó un alejamiento de las políticas neoliberales de los años 80 y 90, y el retorno a una economía que desaceleró la transformación estructural de las áreas rurales de Bolivia.

Morales sigue atento a las voces históricamente silenciadas de los grupos indígenas, lo que lo obliga a dar una respuesta más medida a la inversión extranjera y la expansión del sector de recursos naturales. En la reorganización sistémica tras la revolución socialista de Bolivia en 1952, tres mineros fueron incorporados al gabinete. Los derechos laborales estaban en el centro de la conciencia política boliviana.

Sin embargo, tras el fracaso del MNR en la década previa a la crisis económica de los años 80, el significado del progreso en Bolivia sigue siendo un tema conflictivo. Si las agujas del reloj avanzan en sentido antihorario, aún están atadas a una estructura mayor. Morales puede haber renacionalizado tres de las minas más grandes del país en su primer mandato, pero no hay mineros en su gabinete. El presidente enfrenta presiones fiscales para expandir el sector de recursos naturales y permitir la inversión de empresas privadas. Morales debe equilibrar estos intereses en conflicto: cada vez se agregan más bolas a su acto de malabarismo, y algunas caen.

Las condiciones de las minas del Cerro Rico – pasado y presente

Las minas del Cerro Rico parecen una bola olvidada en el camino político. Abandonadas en la reprivatización de los años 80, Morales nunca las ha retomado.

Atravesando los pesados polvos, nuestras linternas trazan las grutas irregulares de las minas. La mala ventilación llena la boca con polvo de sílice cristalina más rápido de lo que las palabras pueden salir. Vibraciones lejanas suben por mis pies mientras permanecemos en silencio en la convergencia de seis vetas. Escuchamos las explosiones de dinamita. Los mineros cavan más profundo en la montaña. El Tío, el protector demoníaco de las minas, reside en un trono improvisado en un nivel inferior de la montaña. La cualidad destructiva de la indiferencia de Morales ante los llamados de los mineros es palpable.

El catolicismo no penetra en los rincones más lejanos de la mina. Dentro de Pachamama, también conocida por su antiguo epíteto “la montaña que devora hombres”, los mineros sacrifican hojas de coca y absenta al señor del inframundo. Estas ofrendas los protegen de la silicosis y del colapso gradual de la montaña. Los nombres que intentan humanizar la montaña reflejan el deseo de comprender la magnitud de su mortalidad ancestral: desde el siglo XVI, han muerto 8 millones de mineros.

“Soy el rico Potosí… envidia de todos los reyes.” El lema en el escudo de armas de la ciudad en el siglo XVII es una de las primeras canciones del capitalismo. De las minas brotaban monedas de plata, la fuerza del imperio español, las cadenas que llevaron a la mita, el sistema de trabajo forzado que esclavizó a miles de trabajadores africanos, incas y peruanos. Si la montaña se ha secado tras 500 años de explotación, la sed por su plata y estaño no lo ha hecho. A través de las ventanas incrustadas en los muros de piedra de un metro de espesor de la Casa de la Moneda de Bolivia, donde las monedas eran martilladas para portar la marca “P”, la montaña hoy está salpicada de chozas de mineros que viven cerca de las entradas de las vetas.

Los trabajadores de las minas del Cerro Rico pertenecen a cooperativas, están contratados por el estado o por empresas privadas extranjeras. Este choque de sistemas laborales refleja la propia dificultad de Morales para navegar entre los intereses en juego en Bolivia. Mantuvo la montaña privatizada después de que fuera considerada “no rentable” para su nacionalización en los años 80, dejando a las cooperativas vulnerables a la explotación de intereses privados, como la empresa estadounidense Coeur Mining Inc..

Las cooperativas, sin salario fijo, excavan en las partes más peligrosas de las minas para asegurarse un ingreso. Estos 22 mil trabajadores no tienen tiempo para formar sindicatos y exigir más derechos. En 2011, Morales calificó a las cooperativas de “anti-nacionales” al firmar contratos con Coeur Mining, y sin embargo, el gobierno está fiscalmente presionado a permitir que estas empresas privadas inviertan 240 millones de dólares en la montaña, ya que parte de sus ganancias van al estado. La minería es la segunda mayor fuente de ingresos de Bolivia. 

Los mineros del Cerro Rico

Julio Zambrana me mostró las palmas de sus manos, callosas por olvidar usar guantes mientras descendía por un malacate a los niveles inferiores de la mina. “No era Spider-Man ni Rambo, tenía dieciocho años.” Julio trabajó en una mina cooperativa a los 18 años y ahora dirige un grupo de turismo que dona el 15% de cada boleto a los mineros que visita.

Ascendiendo por el mercado dominical de los mineros, donde se venden juguetes de segunda mano de EE.UU. y China, llegamos a la casa de la familia Cruz. Julio trabajó en la misma cooperativa que Guillermo Cruz, pero, a diferencia de Julio, quien logró asistir a la universidad, Guillermo ha permanecido en las minas. Sus hijos y nietos también son mineros. La familia de trece personas vive en una choza de dos habitaciones en la zona minera, a más de 4,500 metros de altitud. Desde el techo de concreto, se ven los Andes desnudos.

Martina Alejo Cruz, la abuela, llora mirando hacia el norte. Cerro Rico ha robado años a su familia y le arrebató la vida a su hijo de 16 años por asfixia. La esperanza de vida promedio de un minero es de 40 años, debido a la silicosis y el envenenamiento de la sangre.

Morales y los llamados de los mineros

La densa neblina de polvo en las minas impide la visión. Se necesita más transparencia en todos los aspectos de la montaña. La falta de organización impide mejorar la seguridad laboral y abrir un diálogo político sobre las condiciones de trabajo. Las protestas violentas son el principal medio de comunicación entre Morales y los mineros.

Si Morales atiende el llamado de los mineros de Potosí para el crecimiento de la infraestructura pública, podría enfurecer a los grupos indígenas ambientalistas y a las empresas privadas. Pero salvará miles de vidas. “Odio a Evo Morales,” dice Julio.